Un Freud en el CPM

El día de ayer, 3 de septiembre de 2018, tuve la oportunidad de presentar a mi querido amigo y colega, el Dr. Joseph Nobel Freud en el Círculo Psicoanalítico Mexicano. Quizá llama más la atención el segundo apellido, ya que se trata del apellido fundacional del saber psicoanalítico y sí, después de todo él es sobrino nieto del mismísimo Sigmund Freud (el abuelo de Joseph, Samuel Freud, era primo de Sigmund).

En su charla Cuestiones de Técnica Psicoanalítica con Niños y Adolescentes, además de ser muy amena y divertida, y sin lugar a dudas muy interesante, Joseph nos compartió varias reflexiones que me gustaría, a modo de resumen (ya que mis notas son el resumen de su propio resumen), traer a ustedes en este nuestro espacio.

Joseph nos habló de que, hoy en día los niños tienen que lidiar con transferencias cruzadas en su hogar (padre, madre, hermanos, la novia de papá, el novio de mamá, el novio de papá, la novia de mamá, etc.), por lo que en la clínica con ellos se toleran tan diferentes transferencias, así que hay que darle su merecido lugar al dibujo y al juego. «Todo analista de niños tiene que saber mucho sobre Winnicott», enfatizó Joseph. Es una exigencia que se tiene que aprender a jugar, ya que si a la consulta llega un niño que no sabe jugar tenemos que entender que psíquicamente está mal. Sobre esto último, Joseph habló sobre las madres helicóptero (o madres cocodrilo), mismas que lo único que hacen es que los niños queden atrapados en ellas. Parafraseando a Winnicott, «la fantasía es masturbación mental, no nos sirve». Por lo que como psicoanalistas de niños tenemos que lograr que el niño que no juega, juegue.

Podríamos decir que hay niños con mucha fantasía, sin embargo, eso no es del todo bueno, ya que al tener tanta fantasía, los niños quedan atrapados en lo mental, mostrándose incapaces de exteriorizarla. Toda fantasía está más del lado de un pensamiento onanista que no lleva a ningún lado: el juego es una forma de elaborar la realidad, además, el juego permite al niño colocar en situación un miedo para que no se transforme en síntoma.

Joseph nos compartía un ejemplo clínico (que, cabe decir, él cree que el uso clínico puede ayudar a hacer más claro el funcionamiento del psicoanálisis):

Un día llega a consulta C., un pequeñito que fue adoptado. Cuando apenas entra al consultorio, el niño corre y se esconde abajo del diván.

Joseph: ¿Dónde está C.?

C.: ¡Está escondido!

Joseph: ¿Entonces tengo que buscar a C.?

C.: ¡Sí, sí, a mí me gusta que me encuentren!

Sobre esto, Joseph nos explica que iban a buscar a C., porque el mismo C. todavía no se encuentra a sí mismo (por su situación de niño adoptado).

Es importante trabajar con la fantasía de los niños, ya que todo niño con demasiada fantasía va directo a la neurosis obsesiva. Por eso es que hay que respetar el juego del niño, poder hablar con juego. Cuando el niño juega, recordando a Nietzsche y a Freud que celebran la seriedad con la que los niños juegan, hay que dejar que ellos nos brinden el rol en su juego. Dejar que ellos nos digan qué hacer y cómo hacerlo, después de todo, es la situación íntima en la que nos están dejando participar. De hecho, es en el juego cuando el analista tiene que saber esperar el momento (¡luchar contra la inmediatez!) para poder dar con lo que nos permita ir trabajando con el niño.

Aunque Joseph también nos compartió reflexiones sobre la clínica con adolescentes, eso lo dejaré para otra ocasión. No desesperen, aprendan a ser pacientes.

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