Cada individuo debe llevar su vida de tal manera que los demás puedan respetarla y admirarla.
La cita corresponde a Michel Foucault, el célebre pensador francés del siglo XX y uno de los intelectuales más citados en la historia. Ahora bien, el tema de lo normal y lo correcto es algo que justamente Foucault estudió con interés.
¿Qué es lo normal? Según nuestro autor, lo normal entra dentro de una estructura de poder que se ha ido modificando con el paso de los años. Por ejemplo, lo que en el siglo XVI podría considerarse perfectamente normal, quizá hablando de la persecución de los herejes por parte del tribunal de la Santa Inquisición, en pleno siglo XXI resultaría ser algo impensable. Foucault entiende que es la sociedad que goza de poder la que establece lo que es lo normal. En otras palabras, es resultado de un acuerdo. De ahí que se considere que lo normal es lo correcto o lo que debe hacerse, lo que debe ser.
Ayer por la noche, platicaba con un buen amigo sobre su recién interés en la hermenéutica. En un momento salió a la conversación lo que la sociedad interpreta como algo normal. Y resultó fácil, al menos por el momento, decir que hay un claro ejercicio perpetuo de hermenéutica respecto a los estándares sociales que hemos ido siendo testigos a lo largo de 10 años. Es curioso cómo la sociedad ha ido abriendo paso a posturas que pretenden ser críticas a ella misma, sin importar que en algún momento haya un daño colateral.
Pensando en lo políticamente correcto, es innegable que hay ciertas cosas que se han visto sometidas a una búsqueda, quizá muy terca a veces a nivel de obsesión, de hacerlas algo normal. Pero lo interesante es el nivel de fanatismo que se muestra por parte de los desesperados porque así sean las cosas que defienden a capa y a espada, o para que no lo sean. Hace algún tiempo, la homosexualidad dejó de ser considerada como una enfermedad mental, cosa que el mundo celebró. Ciertamente no debemos confundir enfermedad con preferencias sexuales. El problema es justamente cuando se le orienta hacia un espectro de normalidad, mismo que corrientes político-morales de «derecha» y de «izquierda» tienden a llevar a un terreno de franca confrontación con intereses más convenencieros que realmente comprometidos.
Pero, ¿qué tan correcto es establecer algo como normal cuando se está buscando hacerlo a través de una «imposición»? Para esto, quisiera contarles una anécdota:
El pequeño M. es un niño travieso e inquieto como cualquier otro. Sin embargo, a la hora de la comida, se ha vuelto un auténtico desafío para su mamá. Ella buscó que su hijo se acostumbrara a ser vegano desde pequeño. Le cancela toda oportunidad de probar alimentos de origen animal. No le permite la elección. Le impone lo que ella quiere. Evidentemente, M. come lo que su mamá le ofrece pero siempre preguntando «por qué los demás niños sí comen lo que él no puede». S., su mamá, le contesta afirmando «es que no saben lo mal que están haciendo». ¿Lo mal que están haciendo? ¿Según quién? ¿Quién lo dice o quién lo establece? El pequeño M. no tiene de otra más que obedecer a su mamá. Un día, su abuela va de visita a su casa y, sin considerar la estricta dieta a la que lo tiene acostumbrado su mamá, le prepara un rico sándwich de jamón y queso. M. lo come y descubre el sabor de la carne. «¿Qué es esto, abue?» -pregunta emocionado-. A lo que la abuela le contesta: «Es jamón. ¿Tu mamá no te lo ha dado nunca?». Pero lo que dice la abuela después es lo que rompe con las ideas del pequeño M.: «Se ve que tu mami no es normal y te quiere hacer su cómplice».
¿Qué pudo haber pasado cuando S. se enteró de que su madre le había dado jamón a M.? Podríamos pensar que le reclamó por qué le había hecho comer jamón sabiendo que eran veganos. Indudablemente se pudo dar un pequeño debate partiendo de un afilado «que tú seas vegana no hace que M. tenga que serlo». La irrupción de la abuela lo que realmente hizo fue darle al niño la posibilidad de conocer algo más fuera de lo establecido como lo correcto, como lo normal. Un criterio meramente subjetivista que ofreció una alternativa de elección.
Lo que para ti está bien, para mí no.
Y viceversa.
¿Cuántas veces no hemos pasado por situaciones como la del pequeño niño? Situaciones en las que otros nos dicen qué debemos pensar, decir y/o hacer, indicándonos que es justamente lo correcto y que de no hacerlo «los demás» nos verían mal. El momento decisivo es cuando surge precisamente la duda sobre por qué son supuestamente así las cosas. Y parafraseando a Foucault: «En cada muestra de poder, hay una muestra de resistencia al mismo».
¿Qué no acaso es el mismo discurso miserable, viejo y desgastado de los políticos? Es decir, siempre estar señalando a la competencia como los malos. Antes de nuestra plática, mi amigo y yo vimos la película Crímenes Oscuros (Dark Crimes, 2016), dirigida por Alexandros Avranas y protagonizada por Jim Carrey. Sin temor a arruinarles la película a quienes no la han visto y pretenden hacerlo, hay un momento en el que Kozlow (personaje antagónico interpretado por Marton Czokas), afirma que «la gente no busca justicia, sólo piensa en el bien y en el mal». ¿Qué no acaso es justamente el bien y el mal lo que determina lo normal en nuestra sociedad? ¿Pero qué es el bien y qué es el mal? Y aún más importante, ¿en qué sociedad?
Como hemos podido ver, es muy fácil señalar y decir lo que es correcto, pero es complicado sostenerlo sin caer en el GRAN problema de hacerlo desde la propia idea que tenemos de las cosas. Es muy fácil defender algo desde lo que creemos sin considerar lo que el otro cree. Y, al final, queremos imponer «nuestra verdad». ¡Y qué terrible cuando no lo logramos! Porque a partir de ese momento empiezan los juicios crueles hacia el que, precisamente, «no es normal por no pensar igual».

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