Es cuestión de prioridades

Inicio contándoles la siguiente anécdota:

J.J. es una persona exitosa en los negocios. Sus más cercanos amigos le conocen como «El Rey Midas», pues negocio que toca lo convierte en una mina de oro. Es una persona responsable, analítica y muy persistente. No le gusta dejar clavo suelto en nada. Un día, su pequeña hija, N., le preguntó cuál era su secreto para que todo le resultara tan bien. Aunque N. no es tan pequeña, pues tiene 17 años (pero es la menor de sus hijos). J. J. no dudó en contestarle: «Ustedes, tu mamá y tus hermanos son mi prioridad en la vida, sin embargo, mi primera prioridad soy yo». N. no entendió esto último. «¡Qué egoísta sonaste, papá!» -le reclamó de inmediato. A lo que su padre también contestó: «No, piénsalo, si yo no me pongo como mi primera prioridad, ¿quién va a poder hacer las cosas para ustedes? Nadie más los tiene a ustedes como prioridad más que yo».

Queridos(as) lectores(as), ¡es cuestión de prioridades! Y sucede que hoy en día mucha gente no tiene sus prioridades claras. Hay que decirlo con todas sus palabras para poder reflexionar sobre esto: hay quienes viven tanto para los demás que se olvidan de sí mismos. Hoy no hay claridad en nuestras prioridades pues es resultado de querer hacer todo, de querer comernos el mundo a mordidas. Esto último me parece hasta cómico porque demuestra que la gente está aterrada por no poder hacer las cosas y que llegue el día en que no podrán hacer ya nada.

Hay un refrán que dice «no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy». Y es cierto, sin embargo, hay una doble lectura. Por un lado, hay cosas que podemos hacer en el momento y que no es necesario prolongarlas. Por ejemplo, si tienes el tiempo, las condiciones y la disposición de ir a visitar a un buen amigo que yace enfermo, ve; sucederá que si dejas que la flojera o la indecisión te ganen, podrías llegar a decir que mañana lo puedes hacer y llegado el día suceda lo mismo. ¿Es necesario esperar a que el amigo muera para que nos presentemos con él en su funeral? Perdonen por este ejemplo tan gris, pero es importante llamar la atención sobre nuestro breve paso por la vida. En cualquier momento, lugar y hora, se acaba la narración propia o de cualquier otro.

Sin embargo, también está el otro lado. Hay muchas personas obsesivas que se urgen a sí mismas a hacer cosas en el momento que bien podrían esperar un poco para ello. Y es aquí donde entra nuestra famosa y bien querida prudencia. Pongamos mi ejemplo, mismo que los amantes de libros podrán entender: cuando voy a cualquier librería, sé y comprendo que estoy en un auténtico riesgo, pues siempre me pasa que aunque nada más voy «a ver», termino comprando un libro interesante que terminará por aumentar la columna de libros sin leer que tengo esperando en mi estudio. ¿Era realmente necesario comprar ese libro sabiendo que no tengo tiempo para leerlo de inmediato? Quizá me gasté 200 pesos en él, mismos que me hubieran servido quizá para algo de verdadera necesidad directa. No sé, quizá esos 200 pesos hubieran sido muy efectivos para poder invitar unos tacos a algún amigo o amiga. O quizá sólo me pude ahorrar esos 200 pesos para pagar alguna deuda pendiente. Porque el libro sigue y seguirá esperando a que tenga tiempo y disposición para leerlo.

Tenemos que tener prioridades claras en nuestra vida para poder buscar ser virtuosos. Hay cosas más importantes que otras así como personas (ojo: todos tienen la misma dignidad, sólo me refiero a relaciones). ¿Alguna vez han escuchado «la familia es primero»? Eso es un excelente ejemplo: un día podrás tener la invitación por parte de tus amigos o conocidos a una reunión, misma que no resulta novedosa pues es una más de de las muchas que has tenido con ellos. Ciertamente la pasas bien y te diviertes, pero resulta que ese mismo día tienes de visita a un familiar que no ves desde hace mucho tiempo. Aquí la prioridad sería el familiar por lo mismo. Y aún así hay quienes darían prioridad a la reunión. Ciertamente, en cualquiera de las dos elecciones estaríamos en falta, ganaríamos algo pero perderíamos otra cosa. Habría que tener la capacidad de análisis para ver qué sería cada cosa.

Cuando J.J. explicaba a su hija lo de que él era su primera prioridad, no supo (quizá sí), que fue una respuesta ampliamente existencialista, ya que debemos entender que nada ni nadie podría hacer lo que nosotros sí, nadie llena el espacio de nuestra ausencia. El amoroso padre sostenía eso porque estaba consciente de que él tiene que estar bien, prepararse, estudiar, hacer negocios inteligentemente, pues sólo así podría cumplirse a sí mismo para poder cumplir con su familia.

Tenerse a uno mismo como primera prioridad, de hecho, es egoísmo cuando no se comparte uno con los demás. Es como el caso de tantas relaciones fallidas en nuestros días; en el caso de los novios, fracasan sus relaciones porque le dan demasiada prioridad a su pareja, pero a un nivel casi de fanatismo, y el amor que le dan es el amor que se niegan. Muchas veces encontramos casos como el famosísimo «pégame pero no me dejes». Precisamente, el que seamos nuestra primera prioridad es tener amor propio. Ese reconocimiento nos permitirá de manera más sencilla poder darnos cuenta que no sólo importa el otro en la relación, sino uno mismo también. Cuando no hay amor propio, no hay amor al otro. Hay quienes dicen que lo que hay es más bien obsesión. Y, si les damos la razón, entonces el otro no es más que una cosa que creemos nos es necesaria. Cosificamos al «ser amado».

¿Qué esperaban? Si el amor comienza en nuestro propio narcisismo, pero la idea es poder salir de él hacia el otro.

Prioridades, amigos(as), prioridades.

Deja un comentario