La desesperación «amorosa»

«Enamorarse es crear una religión cuyo Dios es falible»

-Jorge Luis Borges

Queridos(as) lectores(as):

Parece -hasta cierto punto- que el tema del amor me persigue con insistencia en estos días. Ojalá fuera a modo del goce y disfrute, sin embargo, no es así. En pocos días he sido testigo de varias historias (des)amorosas, sobre todo de amigas, y al mismo tiempo me he vuelto testigo de la incertidumbre, testigo del vulgar intento de establecer una explicación por lo menos un tanto creíble de lo que está sucediendo. Tomo mi mate, acompaño a mi amigo Pablo por un cigarro y a caminar por las calles cerca de mi departamento; siento la toxicidad de ese vicio que no es mío tocar mis pulmones (hace ya tanto que no fumo) y acompaño el andar en silencio, contestando apenas algo que siga el hilo de la conversación en turno. «¿Qué sucede? ¿Dónde quedó la confianza en el amor? ¿Qué es el amor?», y los pensamientos como porcas, innumerables, revolotean en mi cabeza. Hay más ruido que claridad.

T. me dijo «lo corté antes de seguir y caer en el mismo patrón». A. me compartió «sólo me dijo cosas que no creía él mismo y no le importaron mis sentimientos». M. llorando me decía «estoy harta, no quiero más esto». S. me confió «yo sólo quería tener lo que no tuve y me ofreció exactamente lo mismo». Y así nos podemos ir, pero lo cierto es que poco a poco me quedo sin respuestas que no rocen lo que ya muchos estamos ciertos: la inseguridad de las personas los torna peligrosos, para los demás, pero sobre todo para sí mismos. ¿Pero eso convence? Me temo que no…

Mucha certeza que no sirve

La semana pasada, mi querido amigo, el periodista Carlos Ramos Padilla, me invitó como un panelista a su programa televisivo A fondo, donde tratamos el tema de la reconstrucción social después de las elecciones (que vivimos recién en México). En esa ocasión, pude conocer al sociólogo y académico mexicano, Roberto Álvarez Manzo (al cual ahora presumo como amigo), quien en una brillante intervención dijo que «tenemos preguntas fuertes con respuestas débiles». ¡Por supuesto! En la sociedad actual, bombardeada por tanta (des)información, no es de sorprender que tengamos mucha certeza que termina por no servir del todo. De hecho, hace unas horas, platicando con mi querido amigo, Marcelo Augusto Pérez, psicoanalista argentino, tocamos el tema de las respuestas que se dan a modo absoluto, es decir, sin ninguna justificación, razonamiento o algo que permita una argumentación creíble (incluso falseable, para atender a mis amigos popperianos). «Porque sí», «así es esto», «es que no hay de otra», etc. Respuestas débiles que no tienen un respaldo para sostener un diálogo saludable y NECESARIO.

Retomando el tema del (des)amor actual, mucho me temo que lo que estamos viviendo es exactamente lo mismo, aunque de un modo más cruel. ¿Por qué amar? ¿Por qué esperar ser amados? ¿De qué manera lo hacemos? Y es muy molesto contestar/escuchar: «Es que sí». ¡¿Es que sí qué?! La psicoanalista austro-argentina, Marie Langer, sostenía (parafraseando) que «el psicoanálisis sirve para empezar a dejar de engañarnos a nosotros mismos». La importancia de ser sinceros. Y es devastador cuando lo empezamos a ser y nos damos cuenta que las cosas no son exactamente como creíamos, o peor aún, como nos hicieron creer. Un paciente, en algún momento me dijo «quiero tener novia porque no quiero estar solo». ¿Hay alguna pizca de intención amorosa en ese comentario? Aunque no lo crean, sí. Y quizá lo tomen como una sinvergüenzada de su parte, pero ese «porque no quiero estar solo», es una confesión sincera del amor propio que se tiene y que le lleva a buscar un bien que le aparte del dolor y de la tristeza. ¡Qué egoísta! ¡Qué bárbaro! ¡Qué miserable! Claro, entiendo sus expresiones, pero hay que recordar que Freud decía que «amar al otro es renunciar a una parte de nuestro narcisismo». Es decir, es un proceso de apertura a la posibilidad amorosa. Sin embargo, ¿realmente llegamos a amar al otro renunciando a una parte del narcisismo propio? Hoy por hoy muchos evidencian que no…

Eso no es amor…

Siguiendo con el tema de la sinceridad, quizá una de las cosas que más nos dolerá reconocer es que aquello que estamos buscando, al final, no es amor, sino una respuesta desesperada a la confusión interna de cada uno de nosotros. La desesperación para el filósofo danés, Sören A. Kierkegaard, no es sino el «morir sin morir». ¿Cómo puede ser que algo que buscamos de modo desesperado, pueda ser que nos brinde calma, estabilidad… amor? Cuando chicos, los papás nos decían una fórmula que parece que hoy en día hemos olvidado: si lo haces a prisa, lo vas a terminar haciendo mal. Y como si fueran profetas, en efecto, eso pasaba. Trabajos escolares hechos a prisa, sin cuidado y con desesperación, nos brindaban calificaciones negativas. Sin embargo, ¿cómo evitar estar desesperados cuando la sociedad misma nos presiona para tantas cosas? Pienso en el caso de las mujeres, que todavía hoy en día persisten ciertos mandatos y/o sentencias tales como «tienes que casarte antes de los 30’s», «tu reloj biológico te persigue», etc… ¡Qué delirante!

Reza el dicho popular «a fuerzas ni los zapatos entran». Las personas nos vemos tan presionados por fantasmas histéricos que justo nos hacen caer en una profunda y cruel desesperación. Y no, desgraciadamente no se queda sólo en el rubro amoroso, sino también en el personal, en lo profesional, incluso en lo social. ¿Quién dijo que las cosas tienen que ser sí o sí, de un modo determinado, al tiempo debido? ¿Quién proyecta sus inseguridades, sus miedos, sus fracasos en nosotros? El amar por amar es un cáncer, porque lo que se está haciendo es forzar un sentimiento a partir del miedo de no tenerlo, de no experimentarlo. El miedo es un factor que incluso muchos (pseudo)narcisistas aprovechan para hacer lo que quieran con personas que buscan que su corazón también lata en otro cuerpo. Y sí, eso termina y terminará siempre mal. Pero no hay que perder la esperanza, hay que renovarse a uno mismo desde la propia sinceridad, que nos llevará a cuestionar qué tanto nos amamos realmente y de qué modo lo hacemos, de tal modo que podamos tener claridad y respuestas fuertes para preguntas que seguirán siendo fuertes. El amor sí existe, pero también desalmados que se aprovechan. Los amorosos sí existen, y debemos cuidarlos con amor, no con desesperación.

Todo a su tiempo y a su ritmo.

¿Qué prisas reales tenemos?

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